Historia Del Velo

M. Bravo
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Velo de encaje:

En el pasado, el encaje era un lujo al que accedían muy pocas novias, ya que se hacía a mano. Recién cuando empezó a producirse a máquina, aparecieron los velos largos, los vestidos de novia, los tocados y hasta los pañuelos decorados con encaje.

Muchas reinas, princesas y celebridades usaron mantos de encaje. En 1953, cuando Jacqueline Bouvier se casó con el senador John E Kennedy, se colocó el velo por medio de una modesta gorra hecha de encaje.

Lo ideal para un manto de novia, es que el encaje sea antiguo, de Irlanda o de Inglaterra, ya que los encajes modernos pueden resultar ordinarios. Muchas novias usan velos heredados de sus abuelas o bisabuelas.

La mantilla es un encaje muy tradicional, que se puso de moda en el siglo XVIII. Su utilización puede condicionar el diseño del vestido, ya que generalmente se incluyen piezas muy antiguas, conservadas de generación en generación, y el vestido debe combinar con ellas.

Velo de organza:

La organza es un entramado de hilos finos de seda, que forma una delicada textura y tiene una apariencia casi transparente. Los velos de este material quedan muy elegantes.

Velo de red:

Las novias que eligen el velo de red tienen un estilo muy personal. Generalmente este tipo de velo es corto y combina con diseños despojados.

Velo de tul:

De los materiales utilizados para hacer el velo de la novia, ninguno tiene tanto simbolismo y tradición como el tul, un tejido de malla hexagonal, hecho con seda, algodón o fibras artificiales, como el nylon. Antes del siglo XVIII, el tul se hacía a mano, con mucho sacrificio. La primera vez que se hizo a máquina fue en 1768, en Inglaterra, en la ciudad de Nottingham. En 1817, en Tulle, una ciudad francesa, se abrió una fábrica para elaborar este material, y de ella proviene su nombre.

A fines del siglo XIX, los velos largos se convirtieron en una parte ineludible del atuendo nupcial. La transparencia y la delicadeza del tul, hicieron que este material fuera uno de los más elegidos para hacer el manto. Cubría la cara de la novia, protegiéndola simbólicamente de los malos espíritus, y, al mismo tiempo, permitía que el novio y los invitados vieran su rostro. Además era más accesible que los velos de encajes hechos a mano, tan usados por la realeza.

A través de los años, el tul ha embellecido el atuendo de la novia, siguiendo el ritmo de la moda. Las mujeres de la era victoriana lo utilizaban para complementar sus voluminosas polleras de satén. Las revolucionarias de la década de 1920 suavizaban sus vestidos cortos y rectos, con largos velos de tul. Las novias modernas lo eligen porque es un material simple y suntuoso a la vez, combinable con varios estilos de vestidos.

El tul, sin ningún adorno, tiene mucha fuerza. Pero, quienes quieren agregarle un toque diferente al simple velo de tul, pueden elegir alguno de los diferentes apliques y adornos que existen en la actualidad. El point de esprit, por ejemplo, es un tul de algodón con motas, muy usado en el pasado, que se complementa muy bien con vestidos sencillos. También hay tules con apliques de diseños florales y con bordados con cristales; combinados con cintas metálicas o con encaje; o terminados con cintas de satén. Pero, más allá de las variedades y cantidades que se utilicen, el tul tiene una magia especial y envuelve a la novia de tal forma que parece que ella estuviera flotando en su camino hacia el altar.

Via: www.bodaestilo.com

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